SINDROME DE BURNOUT en EMS
El “burnout" se define como un estado de agotamiento físico y psíquico que se manifiesta con diversos síntomas y que es el resultado de trabajar en situaciones de riesgo o críticas durante largos períodos. El nombre refiere a una condición de sentir que nos quemamos. Técnicos en urgencias médicas, bomberos, rescatistas, gestores de desastres e incluso personas dedicadas a la prevención podrían ser afectadas. Aunque hay pocos estudios realizados para estos colectivos en específico, creo que los resultados de investigaciones con personal de servicios prehospitalarios, enfermeras y médicos de salas de emergencia podrían ser transferidos a otros profesionales de la gestión de riesgos.
El síndrome se caracteriza por cansancio emocional (CE), despersonalización (DP) y falta de realización personal (FRP). El burnout es una forma de estrés laboral, es significativamente mayor en personas con hijos y en personal con mayor antigüedad. “Se reconoce la existencia de grandes niveles de estrés en el personal que asiste pacientes críticos en áreas de emergencia y cuidado Intensivo” (Sánchez, et al) y es más común cuando se debe actuar a toda velocidad en sitios donde se desarrollan eventos que pone en riesgo la vida, entrar a escenarios (lugar y clima de angustia) para cumplir la misión allí.
Algunos factores estresantes son atribuibles al ambiente laboral y otros se relacionan a las características sociales y personales de cada uno de nosotros. En muchos casos debemos tener un desempeño ambivalente al procurar ser cálidos y continentes y al mismo tiempo permanecer fríos, distantes, objetivos y seguros de nosotros mismos y de nuestros actos al realizan operaciones y tomar decisiones críticas. Cuando realizamos este tipo de labores podemos crear expectativas poco realistas a propósito de nuestras capacidades y cuando vemos que esas expectativas no se materializan y que, a pesar de nuestra intervención, las cosas siguen siendo malas, nuestra autoestima se ve amenazada.
La asistencia en emergencias gratifica poco, dada la forma de contacto con el paciente o persona en riesgo, toda vez que es vivida como demasiado breve e impersonal, con una transferencia rápida a otro técnico, lo que hace que el personal no se sienta tan involucrado con la persona atendida. "El estrés y burnout son más frecuentes en los individuos idealistas, dedicados, comprometidos con su profesión. Los síntomas sugestivos de estrés y burnout pueden aparecer en individuos con cualquier ocupación, pero son más susceptibles aquéllos que ejercen profesiones humanitarias” (Shoemaker. Textbook of Critical Care).
Los colegas afectados comienzan a sufrir pequeñas somatizaciones y evidencia física, síntomas de agotamiento crónico, trastornos gastrointestinales, cefaleas, taquicardia, arritmias, hipertensión, dolores inespecíficos, alteraciones de peso, manifestaciones físicas localizadas como contracturas musculares, también en algunos casos insomnio y crisis de pánico.
Para Loredana Matrai “Los individuos que encaran tareas humanitarias tienen disposición al compromiso y tienden a involucrarse en todo lo que emprenden. Están imbuidos de un sentido de propósito y le dan significado a las cosas en las que se comprometen. Pero esta dedicación puede hacerse compulsiva y alterar sus relaciones personales, que deben ser sus recursos de resistencia, su soporte y su cable a tierra". Dicha investigadora cita que ha encontrado una incidencia importante de dificultades en la relación de pareja, con ausencia exagerada del hogar, y poca comunicación. Refiere también frecuentes las dificultades en la relación con los hijos, de todas las edades, así como alta la incidencia de reproches de la familia por trabajar demasiado y no participar de eventos trascendentes en la vida familiar. En la mayoría esto es vivido con abrumadora sensación de culpa. "Un alto porcentaje manifestó gran dificultad para hacer cambios en su vida personal y tomar decisiones".
Si a todo ello agregamos la necesidad de poseer un conocimiento en permanente crecimiento o problemas por mala comunicación con el resto del equipo o debido a sentimientos de impotencia por la falta de control de las decisiones de trabajo o a la sobrecarga laboral o a la falta de recursos suficientes, el contexto se complica aún más para nosotros.
Como respuesta se han identificado estrategias y mecanismos para encarar ese estrés. Se ha reconocidó una alta incidencia del uso de ironía, chistes de humor negro, comentarios macabros acerca de los eventos, con la finalidad de aflojar las tensiones que las situaciones críticas provocan. Lamentablemente algunos se ponen agresivos con sus compañeros de guardia y algunos más descargan esa agresividad en casa una vez terminada la jornada.
Más de la mitad de los colegas que participaron en una encuesta realizada en Uruguay reconocen que recuerdan a los pacientes una vez terminada la guardia y comentan lo ocurrido al llegar a su casa. Un tercio de los encuestados, aproximadamente, admitió haber aumentado algunas adicciones, entre ellas el uso de cafeína, tabaco, sicofármacos y alcohol, en ese orden. Un porcentaje cercano a la mitad manifestó que se hace tiempo para alguna actividad recreativa con regularidad. En cuanto al tiempo libre, se pone en evidencia que un porcentaje sorprendentemente alto no se toma o no le coinciden las licencias en sus diferentes lugares de trabajo (por ejemplo, un colega dijo que trabaja todas sus licencias desde hace 18 años).
El estrés en el trabajo de emergencias es un hecho importante, multifactorial y para el que no hemos desarrollado mecanismos protectores, por lo que el peligro de "burnout" esta allí como una amenaza. Algunos no lo perciben y otros son conscientes de este riesgo y toman medidas de autocuidado, disminuyendo horas de trabajo, aumentando tiempo libre, desarrollando actividades gratificantes, aumentando tiempo y calidad de contacto con la familia o acudiendo a terapia psicológica.